Aaron Copland y el Salón México.
En el corazón de la capital mexicana, el Salón México abrió sus puertas en 1920 con la expectativa plasmada de convertirse al tiempo en la catedral del danzón. En honor de aquella música adoptada por los mexicanos como baile nacional, y que llegó a resonar por más de 40 años y con estrepitosa intensidad en aquel cuadro bohemio de la ciudad. Muchos lo llamaban “El Marro”, por el golpe fuerte de sudor que ahí se respiraba al entrar. Y en donde se dio cita toda una generación ávida de bailar con los nuevos ritmos americanos y del caribe: el danzón, blues, foxtrot, vals, pasodoble, tangos, juntos en un sincretismo de manifestaciones pintorescas.
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El recinto, contaba con tres salas de baile que se distribuían de la siguiente manera: una sala para los bien vestidos, de charol y tacones; otro para los trabajadores de botas y overol; y por último, una sala para los bailarines descalzos. Abonando a esta última sala de los menos afortunados -pero no menos divertidos-, había letreros que rezaban que estaba prohibido tirar las colillas de cigarro en el suelo, porque las mujeres podían quemarse los pies.
Desde su apertura se convirtió en un lugar que envolvía a todas las clases sociales mexicanas sin distinción. Y así, enclavado en la colonia Guerrero, el Salón México forjó la identidad de los jóvenes, y todos cuantos confluyeron en ese lugar para capturar un instante cultural con tintes propios y muy a la mexicana.
El sueño de la colonia Guerrero: El Salón México.
El Salón México estaba ubicado en la calle Pensador Mexicano No. 16, a dos cuadras de la alameda central, y abrió sus puertas al público en 1920, después de que los periodistas anunciaran con gran boato e ilusión su inauguración. El programa lo componían dos o más orquestas que engalanaban la noche los días jueves, sábado y domingo. Y claro está, se especializaba en danzones que tocaban durante toda la velada.
Una vez habiendo ingresado por la puerta principal, había varias puertas contiguas dependiendo de la música que el público gustara de bailar. Ya dentro, con el furor del baile bailaban espalda con espalda verduleros, comerciantes y chachareros, de Tepito o la Lagunilla, junto con intelectuales y catrines. Políticos y artistas se divertían al igual que la “chusma”, donde todos compartían un mar de efluvios, olores, vaselinas y perfumes. Todo se confundía en aquella amalgama de colores que por unos momentos de la noche, no distinguía las clases sociales en instantes de olvido.
En palabras de Jesús Flores Escalante, contertulio del Salón México, las salas de baile se hacían llamar de la siguiente manera. “El de Cebo”, que era la sala del proletariado y gente sin zapatos. La segunda sala era conocida como “El de Manteca”, donde la gente de “medio pelo” -comerciantes y trabajadores- podían fletarse alguna joven muchacha. Y la tercera sala de baile se llamaba “El de Mantequilla”, en donde entraban los ricos, extranjeros, políticos, artistas e intelectuales, que se daban cita a desenpolvarse un rato.
El recinto llegó a tener murales de Diego Rivera, y un grupo nutrido de intelectuales nacionalistas concurría al sitio a menudo, así como la crema y nata de la sociedad capitalina. Todo esto se perdió con el tiempo después del cierre del Salón México en los años 60 ‘s con el regente Uruchurtu.
Aaron Copland y su relación con el Salón México.
El tiempo en que estuvo el Salón México, coincidió con la época del cine de oro, así como los movimientos pictóricos y musicales nacionalistas mexicanos. Entre los músicos extranjeros que visitaron contínuamente nuestro país fueron, Leonard Bernstein y Aaron Copland. Este último gustaba de pasar largas temporadas en nuestro país, quien se dejó cautivar por su música y bellezas naturales, fundiéndose con el folclore mexicano y dejándose atrapar por sus costumbres.
Durante los años que siguieron a la Gran Depresión de 1929, el compositor americano Copland, se dedicó a viajar extensivamente. Uno de sus destinos favoritos fue México, donde entabló una duradera amistad con el compositor mexicano Carlos Chávez y Silvestre Revueltas.
En una de sus visitas, Copland visitó el Salón México, cuyas expresiones se hicieron sentir inmediatamente de la siguiente forma después de su experiencia en el recinto:
“En un sentido inexplicable, mientras nos fundimos en aquellas salas abarrotadas, uno podía sentir realmente un contacto verdadero con el pueblo mexicano, esa sensación de compenetrar el lugar para de pronto percibir la esencia de la gente, su calidez humana, su dignidad y encanto único.”
Poco después de su visita, y atrapado por el encanto, dedicaría una obra sinfónica de dicho nombre: El Salón México. Donde describe su experiencia en la vida nocturna mexicana, y que terminó en el año de 1936. La cual, junto con Billy de Kid, se convirtió en su primer éxito mundial.
La música del Salón México de Aaron Copland.
En el momento de concebir el Salón México, Aaron Copland se vió en la dificultad de entender realmente la complejidad de México y plasmarla en una sola composición. Decía contínuamente que lo que estaba componiendo era una imagen del “México visible” que ven los turistas, y no la profundidad que concebía. De esta forma, escogió la danza como el vehículo principal de este particular retrato musical.
A pesar de su visita al emblemático Salón México en los años 30 ‘s, la música de su composición de dicho nombre no se basa en la que escuchó en el recinto. Aaron Copland, escogió material de piezas folclóricas mexicanas como “El palo verde,” “La Jesusita,” “El mosco,” y “El malacate”, cambiando los tonos y variando sus ritmos. La música se mueve libremente entre estos temas principales sin una estructura aparente. Esta composición marcó un parteaguas en el uso del lenguaje musical del compositor, el cual transformó en uno más accesible y simplificado para su audiencia, en contraste con sus obras anteriores.
Existen por lo menos tres arreglos de esta pieza adicionales a la partitura orquestal. Copland adaptó esta música en 1947 para un film musical de nombre Fiesta para la MGM. Más tarde, el famoso compositor y director Leonard Bernstein, compuso un arreglo para piano solo, y otro para cuatro manos, poco después de la premiere. Por último, una transcripción de piano fue hecha por Arturo Toscanini en 1942, cuando el maestro incluyó la música en un concierto emitido por la NBC.
Conclusión.
“El Salón México” de Aaron Copland es un testimonio del profundo impacto que la cultura mexicana tuvo en el compositor estadounidense. A través de esta obra, Copland logró capturar la esencia de una era y un lugar emblemático en la Ciudad de México, fusionando elementos del folclore mexicano con su propio estilo compositivo. Aunque el Salón México ya no existe, su espíritu vive en la música de Copland, que sigue evocando el vibrante crisol de culturas y clases sociales que alguna vez se encontraron en sus salones. Esta obra no solo es un homenaje a un lugar físico, sino también a la riqueza cultural y humana que representó.
Grabaciones notables.
- Leonard Bernstein, para Columbia Records y la Deutsche Grammophon.
- Aaron Copland, para Columbia Records, dirigiendo él mismo.
- Arturo Toscanini y la orquesta de la NBC (1942
- Otros directores que han grabado con éxito esta obra son: Arthur Fiedler, Eugene Ormandy, y de manera especial, el mexicano Eduardo Mata,
¿Cuál versión disfrutas más? Te comparto la mía a continuación con el gran director mexicano Eduardo Mata, y la Dallas Symphony Orchestra.
Por Ernesto Tonatiuh
Director en la Academia de Formación Artística Música Proyecta.
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Bibliografía:
1.- Jimenez, Fabian. “Salón México… La Leyenda.” Casa De Las Ideas. Accessed October 07, 2021. https://web.archive.org/web/20190111235721/http://www.casadelasideas.com/especiales/salon-mexico-la-leyenda/.
2.- “El Salón México.” Wikipedia. April 03, 2021. Accessed October 07, 2021. https://en.wikipedia.org/wiki/El_Salón_México.
3.- “Aaron Copland.” Wikipedia. October 04, 2021. Accessed October 07, 2021. https://en.wikipedia.org/wiki/Aaron_Copland.